Reflexiones sobre la lucha estudiantil

Introducción

La lucha estudiantil sigue estando presente a día de hoy en gran cantidad de universidades y centros educativos varios, forma parte de ese conjunto de luchas parciales que conforman el panorama activista actual, pero, no obstante, no da muestra de importantes avances que permitan hablar de un salto cualitativo en esta lucha que faciliten la obtención de ciertas victorias materiales o de consideración. La falta de estas, el queme de muchas participantes en esta lucha y ciertos aspectos o dinámicas que hemos podido observar quienes hemos estado participando de esta lucha invitan a establecer un marco de discusión y debate absolutamente enfocados a la resolución o el esclarecimiento de algunas de estas cuestiones

Este texto quiere ser un primer paso en ese debate y parte de la base de una experiencia concreta y particular asentada en los últimos 4 años de movilizaciones en Madrid. Por tanto, el contexto en el que se desenvuelve esta es el de las asambleas de facultad en la mayoría de los centros y la coordinación de las mismas a través de Tomalafacultad.

La universidad que tenemos

La universidad y las estudiantes ya han sido suficientemente bien caracterizados en el texto Sobre la miseria en el medio estudiantil, de Mustafá Kayati y publicado por la Internacional Situacionista, texto del cual recomiendo lectura, y en el que se considera que en la universidad las estudiantes se encuentran sometidas a una especie de iniciación al mundo del trabajo asalariado, tanto por su papel de estudiantes como por las condiciones de los trabajos a los que estas acceden, así como que las estudiantes tienden a pensar la universidad como un espacio autónomo y creador de conocimiento, cuando esta se halla inmersa en todas las dinámicas del mundo capitalista, siendo entonces otra expresión de la dominación del capital, del Estado y del patriarcado. Estas ideas y otras son perfectamente aplicables en su mayor parte al momento actual, especialmente cuando en los debates en el seno de la lucha estudiantil se muestra la visión descrita sobre la universidad, así como otras que demuestran una especial ilusión por la promoción vital o profesional.

Para no ser reiterativo, aquí quiero atender principalmente a lo que algunas llaman movimiento estudiantil y yo voy a considerar que son luchas estudiantiles, por considerar que es dificultoso en este caso hablar de un único movimiento con una identidad propia y que perdura en el tiempo.

Las luchas estudiantiles

La idea de los estudiantes como vanguardia del movimiento obrero que circulaba en los últimos 60 y que chocó con la derrota del 68 queda ya lejos y, sin embargo, parece todavía estar presente en ciertas mentalidades que pueblan la lucha estudiantil. El pensarse como un grupo con amplia formación gracias a la universidad implica considerar esta como productora y acumuladora principal de conocimiento, cuando realmente lo que predomina en la universidad es la miseria intelectual, y considerarse como un conjunto con una perspectiva aventajada de la realidad. Lo cierto es, sin embargo, que en las luchas que se ponen en marcha desde la universidad por parte de las estudiantes, rara vez nos jugamos más que una detención ocasional o un expediente, teniendo en la mayoría de los casos amplia libertad para llevar a cabo las huelgas y movilizaciones al menos en los terrenos universitarios. Esta forma de desenvolverse las luchas universitarias dificultan que se puede conseguir una visión de la realidad parecida a la de una trabajadora o una activista de otro ámbito, aunque solo sea por lo que esta pone en juego en cada conflicto y las obligaciones a las que la somete la vida diaria. Esto no quita que muchas estudiantes se vean implicadas ya en el proceso del trabajo asalariado en situaciones realmente precarias, pero es raro encontrar alguna sin ningún tipo de apoyo familiar o que tenga que sacar adelante a su propia familia o a sí misma.

Esta caracterización se suma a la realidad de que la lucha estudiantil se manifiesta principalmente a través de huelgas y movilizaciones en las calles o en los centros educativos, siendo las primeras de ellas una herramienta prestada del mundo del trabajo pero con escasa funcionalidad allí donde no se produce nada. Algunas dirán que se para la producción de conocimiento u otros argumentos de la misma cuerda que vienen a no decir nada y que huyen de confrontar los resultados de las huelgas llevadas a cabo en los últimos años. Solo aquellas que han sido acompañadas de otros elementos han podido mostrar ciertos resultados satisfactorios, especialmente aquellas que han manifestado su intención de entablar negociaciones con decanatos o rectorados. Cuestiones de táctica que, desde luego, han superado por el lado de los resultados los pudorosos aspavientos de quienes veían en ello una actitud reformista o traidora.

En el caso de las movilizaciones, como en cualquier otro caso, si no se produce algún tipo de colapso que cortocircuite la circulación de mercancías en la ciudad, éstas quedan simplemente como una demostración de fuerza que, dependiendo del caso y de la posición del ministerio o la consejería, podrá tener un resultado o no. Si estas suceden en el terreno universitario, podemos tener en cuenta en esta y otras acciones una labor de concienciación, de mostrar la existencia de un conflicto al resto de compañeras y a quienes tenemos enfrente, nada despreciable.

No obstante, parece evidente, y por mi experiencia he podido constatar, que la lucha estudiantil adolece de importante limitaciones, estas principalmente porque su impacto en el proceso productivo es escasísimo, porque tienden a no conectar con el resto de luchas en curso y mirarse a sí mismas y porque se ven sometidas a una renovación constante debida a los ciclos educativos que impiden o al menos dificultan una transmisión adecuada de las experiencias, de forma que vemos que cada curso se repiten las mismas estrategias que ya demostraron su inutilidad el anterior.

Estos límites solo podrán superarse partiendo de un rechazo de las ideologías como totalidad dada, fuera de la cual todo es herético o no existe, y apostando por la organización de las tareas. Esto es asentar la lucha sobre la práctica, la organización y los objetivos y dejar de lado los debates infructuosos, los ataques personales, los malos rollos expuestos en asamblea y, en definitiva, toda una serie de palos en la rueda de estas luchas. Para quienes venimos del anarquismo, probablemente sea más interesante no pensar éste desde el nombre, sino desde las ideas y valores que lo conforman, así como perder el miedo a meternos en el barro que supone confrontar con otras formas de ver y hacer las cosas y no retirarnos enfadadas porque no salen como nos gustaría, sino estar allí porque esa es la realidad sobre la que se tendrá que implantar cualquier proyecto revolucionario.

Por supuesto, esta confrontación debe hacerse sin renunciar a las asambleas de facultad, pues son el único órgano legítimo y soberano para decidir sobre la dirección que deben llevar las luchas estudiantiles, y la única posibilidad, que no garantía, de conseguir un movimiento estudiantil independiente y autónomo. Sin duda, encontraremos la oposición que ya hemos visto durante estos últimos años, la de quienes ven en las asambleas únicamente un mal menos y temporal hasta que puedan redirigir la lucha a través de asociaciones estudiantiles de marca blanca o partidos sin careta. Cada cual conoceremos a alguno, pero no está de más recordar por aquí a la UJCE, CJC o RC como enemigos de las líneas aquí apuntadas. No así sus militantes en tanto sean capaces de separar la participación en una asamblea de la participación en un partido, ejemplo de los cuales, afortunadamente, también hemos visto.

Estos grupos acusarán a las asambleas de poco prácticas o inútiles por enfrascarse en debates irresolubles y no conseguir resultados, como si ellos sí lo hiciesen, con el fin de arrimarse el ascua a su sardina y poder asumir una actitud dirigista de las luchas estudiantiles. No hace falta decir que la mayoría de estos grupos son inexistentes fuera de las universidades, haciendo de ellas poco más que un parque de atracciones de la izquierda española.

Conclusiones

Nuestra principal tarea no es luchar contra estos esperpentos, sino tratar de construir ese movimiento estudiantil que mencionaba más arriba, incluso con esta gente, tratando de aunar también a ese sector del anarquismo al que las asambleas de facultad le parecen aburridas y reformistas y, no podemos olvidarnos, a esa mayoría de estudiantes pasivas para las que las asambleas son solo grupos de frikis a los que odiar cuando hay piquetes.

En definitiva, la lucha estudiantil, como todas, debe hacer lo posible para superar sus propios límites, conseguir su autonomía y confluir con el resto de luchas del panorama político en lo concreto a fin de conseguir un movimiento real que anule y supere el estado de cosas actual, es decir, un movimiento por el comunismo.

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